Este texto lo escribí hace muchos años para un boletín de divulgación sobre astronomía. Pensé que era bueno recuperarlo.
Las
tres revoluciones epistemológicas.
Un recorrido por algunas de las más controvertidas formas de analizar la
ciencia y que han revolucionado la mirada de su quehacer profundamente.
Tod@s sabemos que la ciencia es una forma más de conocer el mundo, pero
también que es quizás la más aceptada y promovida en nuestra sociedad
occidental. La ciencia pone casi todo bajo su escrutinio y casi siempre sus
conclusiones son vistas con mucho respeto. Pero la ciencia y el conocimiento
producto de ella como herramientas inventadas por las personas, también son
objeto de mirada y escrutinio. La lente o herramienta que usamos para mirar a
la ciencia es la epistemología. Hasta hace algún tiempo (década del 70
más o menos) la epistemología únicamente miraba a la ciencia en sus detalles y
desde dentro de ella, no en el todo. A partir de los 70 en adelante, la ciencia
comenzó a verse más panorámicamente y desde fuera, como un “objeto” con
historia. La mirada de la ciencia por dentro, está caracterizada por la
práctica de la ciencia como un procedimiento lógico (para perfeccionar sus
procedimientos), la mirada desde fuera, en tanto, tiene un acento en la ciencia
como proceso social, que tiene
historia y que, como tal, cuenta tantos aciertos como desatinos.
La mirada panorámica hacia la ciencia fue una revolución en su tiempo y
aún lo sigue siendo para much@s. Uno de l@s primer@s revolucionari@s de esta
mirada fue un físico llamado Thomas Khun. Khun, quien había
estudiado ciencias dentro de un enfoque tradicional, tuvo la oportunidad de
hacer un postgrado en el cual se le daba gran importancia al estudio de la
historia de la ciencia. Así, progresivamente, comenzó a interesarse más por
esta disciplina, tanto como por la filosofía de la ciencia y como resultado de
pensar mucho desde ambas disciplinas comenzó a mirar a la ciencia como un todo,
enmarcada históricamente. Lo que al parecer vio Khun fue a la ciencia como un
proceso complejísimo, en el cual no sólo intervenía el método científico y la
lógica formal (como lo denota la epistemología desde dentro), sino que también otros
elementos tales como el momento histórico, las personas que hacen ciencia (con
todas las variables psicológicas y sociológicas que las personas tenemos), las
contingencias económicas, las instituciones que hacen y financian ciencia, etc.
Se dio cuenta entonces, que la ciencia seguía el ritmo que muchos otros
acontecimientos sociales siguen (como el arte, por ejemplo): Había un patrón de
movimiento histórico en la ciencia, el cual Kuhn caracterizó de la siguiente
forma:
Ciencia Normal---Crisis-----Cambio de paradigma-----Ciencia Normal.
La ciencia normal, mas o menos, representa etapas de tranquilidad
científica, en donde lo que las personas de ciencia hacen es confirmar el
esquema científico imperante. al cual
llamaremos paradigma. Un
paradigma es una forma de pensar, una idea científica que tiene mayor
dominancia y que es aceptada por la generalidad de la comunidad científica. La
física Newtoniana, por ejemplo, fue, durante mucho tiempo, un importante paradigma
de la ciencia. La ciencia normal se caracteriza por un cierto pensamiento
grupal, las personas que hacen ciencia no se atreven a la originalidad
paradigmática. Aunque aparentemente siempre están haciendo algo novedoso, ese
algo sólo sirve para reafirmar el saber establecido. Pero Kuhn observó que a
periodos largos de ciencia normal se sucedían inestabilidades también fuertes,
provocadas por una o dos personas visionarias que se atrevían a desafiar el
paradigma y comenzaban a aportar información que inclusive amenazaba con
desestabilizar lo hasta ese momento era considerado “verdadero”. Esta etapa de
crisis servía para abrir las posibilidades a la entrada de un nuevo paradigma,
lo que para Kuhn representaba una revolución científica. Es simple, el
observó que la ciencia se movía de esta forma, algo así como propulsada por que
pequeñas explosiones periódicas, que no sólo le insuflaban nuevo movimiento,
sino que también una nueva dirección. Kuhn valoraba grandemente las
revoluciones y consideraba muy importante la aparición de voces disidentes
dentro de la ciencia por esta razón.
Con esta nueva forma de pensar la ciencia, también Kuhn se convirtió en
un revolucionario y abrió la puerta a una nueva forma de mirar la ciencia y por
supuesto a las personas que hacen ciencia. La perspectiva de Kuhn concibe a la
ciencia como un proceso humano mas y como un espacio donde los y las
científic@s se comportan como seres humanos. En mi opinión, Kuhn tendió un
puente entre las ciencias “duras” y las sociales y con esto contribuyó al
progresivo proceso de “des-maquinización” de las ciencias que otr@s han
continuado y de l@s que seguiremos hablando.
Una segunda revolución de la mirada epistemológica la constituye la
comenzada por Paul Feyerabend, no necesariamente acumulada, pero
si complementaria con la de Kuhn, Feyerabend también ve a la ciencia como un
proceso social, pero va mucho más allá tomando un punto de vista bastante
radical. Para Feyerabend, la ciencia no es más que un tipo más de conocimiento,
cuyo único mérito por sobre otras formas de conocimiento es ser más aceptada,
más utilizada y más difundida. Para él no existe (en términos de la idea de
verdad) diferencia entre la ciencia (como racionalidad) y la magia, la
tradición, el arte, etc. Feyerabend propone que la supremacía de la ciencia se
nos hace cada vez más autoevidente a medida que se vuelve la única forma de
conocer que se enseña en las escuelas, por ejemplo. Y que si las personas
tuvieran la oportunidad de relacionarse con otros paradigmas (para usar la terminología
de Kuhn), habría más libertad para crear y menos restricciones para conocer.
Para enfatizar aún más su punto, Feyerabend dirige su análisis hacia la racionalidad, que para él es el origen del
pensamiento científico. Según este teórico la racionalidad no es ordenada, ni
lógica como creemos, la ciencia no es progresiva ni lineal, ni como se dice “se
desarrolla o avanza”. La racionalidad funciona sin orden establecido, es
caótica y el conocimiento científico no tiene realmente un método, sino que se
desenvuelve anárquicamente. Como ejemplo, pongamos una gran madeja de lana: A
través de su telescopio, la concepción tradicional vería a la ciencia como esta
madeja que con cada descubrimiento y experimento va enrollándose más y así va
creciendo, yendo siempre en la dirección del crecimiento, es decir, cada vez
más rica, donde los conocimientos anteriores se unen con los posteriores
formando un todo coherente y cada vez mayor, esto es ver a la ciencia en
desarrollo. Feyerabend, sin embargo, a través de su telescopio ve a la ciencia
como un montón de lana enredada, enredo del que asoman hebras que se van
tomando al azar y se van uniendo, otras
que podrían ir formando hebras mayores, otras que podrían unirse para formar
pequeñas madejas locales o también algunas que podrían, al ser tiradas, enredar
aún mas el conjunto. La ciencia por lo tanto, es imperfecta y está lejos de ser
una forma de conocimiento ideal y ordenado.
Feyerabend no propone que abandonemos la tradición
científica y que en su lugar nos entreguemos a la magia, pero sí nos dice que
dejemos proliferar diferentes tipos de conocimiento sin privilegiar unos por
sobre otros, que propongamos múltiples alternativas, que desarrollemos diversas
facultades con igual nivel de profundidad, que no demos privilegio a una sola
forma de producir conocimiento, pues nos enfrascaremos en una aventura
unilineal y cíclica.
Ahora trataremos de avanzar hacia una tercera mirada, que es un poco más
controvertida aún que las dos que ya hemos conocido. Se trata de la mirada que
nos ha proporcionado Donna Haraway, una científica y feminista, cuyo
objetivo es hacer de la ciencia un quehacer comprometido y responsable. Haraway
mira a la ciencia desde un concepto que es clave y que es conocido por tod@s
cuant@s hemos estado familiarizad@s con la ciencia alguna vez: el concepto de objetividad.
Nada más adorado, este concepto se usa como garantía de veracidad, de seriedad,
de fiabilidad, tanto así que un reportaje del diario nos merece buena opinión
sise dice objetivo.
La objetividad es un valor, algo deseable y necesario. Teniendo esto en
cuenta, es fácil entender el carácter escandaloso de los planteamientos de
Haraway. Sin embargo, ella no arremete contra el concepto, sino contra su
acepción o significado dentro de la ciencia tradicional; en efecto, para
Haraway la objetividad también es clave y necesaria para investigar, el punto
es COMO es la objetividad propuesta por ella. Ella argumenta que la objetividad
es la capacidad que tenemos las personas de reconocer que todo cuanto hacemos y
decimos en la vida, incluida la ciencia, está hecho y dicho desde un único
punto de vista (el nuestro) y que este punto es estrictamente humano y que, por
lo tanto está influido por todas aquellas cosas que nos están sucediendo como
personas. O sea, la objetividad como neutralidad ya no nos sirve, sino que, al
contrario, lo que debemos buscar es la objetividad como toma de posición.
No puedo ser objetiva si no reconozco que soy parcial en todo momento, ese
reconocimiento hace que la ciencia que hago sea responsable, ya que no
pretende ser infalible ni omnisciente, porque sabe que eso es imposible. Esto
es nuevo sólo hasta cierto punto, ya que much@s teóric@s ya habían cuestionado
el concepto de objetividad mucho antes de Haraway, pero Haraway tiene el mérito
de humanizarlo mucho mas, porque va a permitir poner a un mismo nivel todos los
puntos de vista, en donde la especialización es un rol y no una autoridad. Es
decir, ser científica es parte de lo que elijo y quiero hacer en la sociedad,
pero eso no hace mi punto de vista más legítimo de alguien que no lo es.
En este recorrido por diferentes puestas de la ciencia bajo el
telescopio, la idea ha sido familiarizar a las y los lector@s de BRECHA con
recientes formas de mirar a la ciencia, que pueden ser difíciles de entender,
que pueden ser extrañas y que siempre causan mucha controversia. Una segunda
idea ha sido más que coincidir con cada una de las ideas expuestas, tender un
hilo conductor a través de estas diferentes miradas y presentar una idea de
ciencia como artefacto humano, con lo cual es susceptible de análisis y
reflexión y de perfeccionamiento constante. Pero lo más importante para mi, al
escribir este artículo, fue dejar entrever a las lectoras y lectores la función
que la ciencia tiene y lo imposible que resulta separarla de nuestra vida. Esto
tiene implicancias para la ciencia, para su (ya bastante crecidita hija) la
tecnología y para todo cuerpo de conocimiento que alega perfeccionarse en el
ejercicio de la tan mentada objetividad, como son el periodismo, la historia,
la psicología, etc. Un recorrido por un trocito de teoría nos ayudará a
entender mejor la obra, el trabajo y la vida entera de científicas y
científicos como l@s que tuvimos la fortuna de leer hace algunos números de Brecha,
que se han hecho responsables como personas de su espacio en el universo.
Espero que este artículo sirva para que pensemos un poco en la ciencia como
algo que hacemos nosotr@s y que no es neutro, sino que requiere un compromiso
constante, personal y consciente.