Saturday, October 12, 2013


Las diferencias de género en las universidades. Brechas entre el ser y el deber ser.
Soledad Martínez Labrín

Revista Piensa en Acción, UBB

Las universidades son espacios muy segregados por género. Esta es una afirmación muy contraintuitiva en general, si tomamos en cuenta que las universidades son concebidas como los espacios de transformación social y científica más de avanzada. Sin embargo, cuando investigamos las universidades como estructuras macro y microsociales, inclusive a nivel global, podemos constatar que, por lo menos en el ámbito de género, son altamente conservadoras y regresivas. Esta segregación es posible reconocerla a nivel vertical y horizontal, y a nivel de todos sus estamentos. A nivel vertical, dentro del estamento académico, es posible reconocer una merma en el número de mujeres a medida que se sube en jerarquía académica, o en los cargos de mayor responsabilidad y toma de decisiones. Horizontalmente, las contrataciones de las mujeres suelen ser más precarias, y sus trayectorias académicas mucho más irregulares . Ello redunda en una más baja productividad científica en general, pero particularmente, en una mayor sensación de desgaste en trabajo administrativo o de docencia. A nivel de las sociedades científicas y académicas de ciencia, historia, arte, literatura, etc., la tendencia es la misma.
Igualmente, cuando miramos la segregación vertical dentro del estudiantado, es posible reconocer que aun cuando hoy la proporción de estudiantes que entra y consigue egresar de pregrado es mayor en el caso de las mujeres , y que los rendimientos tienden a ser más altos en las mujeres que en los hombres, el número de mujeres que accede a estudios de postgrado decrece a medida que el nivel de postgraduación aumenta. Las carreras de pregrado se encuentran igualmente segregadas por género; cuando están orientadas a la ciencia y la tecnología la proporción de hombres aumenta, versus las carreras del cuidado de otros/as, las artes o la educación. Estas carreras también tienen internamente segregaciones verticales, ya que en el mundo del trabajo, es más probable que los hombres tengan los cargos más altos. Ni hablar de las diferencias salariales, que en los niveles más altos se agudizan .
Estas diferencias, lejos de relacionarse con menores capacidades en las mujeres, o capacidades diferenciadas en ambos sexos, están arraigadas en aspectos socio-simbólicos muy sutiles, que se relacionan, con cómo las personas percibimos y significamos nuestro género y el de las demás personas, a partir de nuestra crianza, de los mensajes sociales que recibimos y de cómo nos hemos relacionado con el conocimiento. Mi tema de investigación busca comprender cómo construimos estas diferencias en lo personal, familiar, social e institucional y cómo las hacemos funcionar en nuestra vida cotidiana, para convertirlas en cajas de resonancia que dan como resultado cifras como las presentadas más arriba. Estudiar la universidad como un espacio de elite, es muy importante, ya que socialmente suponemos que allí “los problemas de las mujeres” han sido superados, y vemos que no es así. Pero, sobre todo, la universidad es un espacio de formación y socialización del futuro, en el que somos modelos de rol y productores/as de conocimiento, lo cual nos entrega la pesada responsabilidad de revisar que nuestras prácticas tiendan a la construcción de una sociedad responsable, equitativa e inclusiva, partiendo por casa.

[1] Informe SIES, 2008.
[2] Global Gender Gap Report, 2012.
[3] BID, 2012.

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